A lo largo de los últimos años, el sector del transporte de mercancías viene alertando de la creciente falta de conductores profesionales que ya se percibe, situación que se agravará a corto y medio plazo si no se empiezan a tomar medidas de forma inminente. Una de ellas pasa por incorporar a la mujer a este sector de actividad porque, en este sentido, existen datos preocupantes:


  • En 2026, en Europa harán falta 2 millones de profesiones para conducir camiones, autobuses y autocares, según la Unión Internacional de Transporte por Carretera (IRU). En España se calcula que faltan 15.000 profesionales.
  • En 2021, seis millones de personas de entre 15 y 64 años en la UE trabajaban en el sector del transporte; de estos, el 82,9% eran hombres frente al 17,1% de mujeres, según Eurostat.
  • España tiene una de las tasas de desempleo femenino más altas de Europa (14%), pero una de las proporciones más bajas de mujeres camioneras (2%).
  • En Cataluña, la ocupación en la actividad del transporte y el almacenaje es en un 78,1% de hombres y en un 22% mujeres, según el Institut Català de les Dones (ICD).
  • En Cataluña, en estudios de formación profesional de la rama transporte y mantenimiento de vehículos, el 97,1% son hombres y el 2,9% son mujeres.


¿Qué podemos empezar a hacer?

La escasez de conductores, sean hombres o mujeres, es un problema estructural en muchos países, pero especialmente en España, porque se ha favorecido la competitividad de las empresas –a través del abaratamiento de los costes salariales– en detrimento de las condiciones laborales de las personas y, a su vez, por un cambio generacional y de alicientes entre los jóvenes que no ven atractivo dedicarse a esta profesión.


Para conseguir que un mayor número de mujeres y jóvenes quieran conducir un camión hay que empezar a cambiar muchas cosas:

  • Mejorar las condiciones salariales (el salario medio en España es de 1.700 euros al mes brutos; sin olvidar que las mujeres acostumbran a tener salarios por debajo del de los hombres)
  • Aumentar la seguridad en las áreas de servicio para reducir riesgos;
  • Contar con zonas de aparcamiento seguras y con servicios adecuados para las mujeres (en la UE sólo el 3% de las plazas de aparcamiento de camiones existentes están certificadas como seguras)
  • Facilitar y abaratar la obtención de los carnés y el acceso a la formación obligatoria y continuada (competencias, CAP, etc.)
  • Potenciar la formación en transporte y logística por tratarse de una educación con un alto nivel de contratación al término de los estudios
  • Difundir la Formación Profesional Dual para acceder al mercado laboral, dado que se remunera al estudiante mientras se está formando
  • Que las empresas de transporte puedan repercutir los costes reales del transporte a los clientes y, de esta forma los conductores estén adecuadamente remunerados


Conseguir que ser transportista sea una profesión atractiva, respetada y reconocida por las empresas y por la sociedad está en nuestras manos, pero para lograrlo todas las partes deben hacer su parte del trabajo, desde las empresas que forman parte de la cadena de transporte hasta las administraciones (locales, nacionales y comunitarias) y, por supuesto, los centros de formación.


Debe haber coordinación y alineación de intereses a la hora de difundir la profesión de transportista por tratarse de una pieza clave para el aprovisionamiento de las empresas y, consecuentemente, de los ciudadanos, como se pudo comprobar durante la pandemia. Si el transporte para, la economía también.


A lo largo de la historia, las mujeres han demostrado con creces que están preparadas para realizar cualquier tarea, labor o profesión con la misma perfección que lo pueda hacer un hombre. Por lo tanto, ¿por qué no conducir un camión?